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Oriana Fallaci

di Marcelo Ortiz Villacís –  Jueves 19/09/2013
Traduzione Google
Murió en septiembre del 2006 en su natal Florencia. Esta periodista italiana universalizó sus reportajes a los cuales incorporó interpretaciones; pero fueron las entrevistas donde situó su prodigiosa cultura en medio de los varios idiomas que dominó. Esa profesión la inició a los 17 años colocándola en lo más alto del periodismo libre. Utilizó la libertad para escribir y para vivir sin atarse a ningún hombre, a excepción del griego Alekos Panagulis con quien, al encontrar la cumbre del amor, le inspiró un libro de análisis político que recogió testimonios del sistema carcelario, donde fue torturado ese líder que dio su vida en la lucha contra la dictadura de Papadopulos.
Acertó hasta en el título de esa obra: Un hombre. Los reportajes trascendentes y eternos recogidos en varios libros, se refieren a las atrocidades de la guerra de Vietnam, a los muertos en la plaza de las tres culturas de México donde fue herida, al fanatismo religioso del ayatolá Khomeini en Irán, a Yasser Arafat el líder palestino, a Golda Meir, la recia gobernante de Israel, a Índira Ghandhi de la India, al rey Hussein de Jordania, a Ali Bhuto, estadista de Pakistán, a Kissinger de EE.UU., al Dalái Lama, líder espiritual.
En fin, a lo largo del mundo muchos líderes cultos, y de los otros, buscaban ser entrevistados. Un rasgo de su personalidad es el concepto del salario, que se inició al trabajar en un periódico para pagar sus estudios universitarios. A los 19 años fue despedida por negarse a escribir falsedades sobre un líder político. El director afirmó que los periodistas eran mercaderes de la palabra “no se escupe en el plato donde se come”, Oriana respondió que él podía comer en aquel plato, pero ella prefería morirse de hambre.
Ya a los 70 años, consideró que por un largo artículo, de más de 4 páginas completas publicado en un periódico italiano, sobre el ataque islamista a las Torres Gemelas, no cobraría por constituir un deber y un placer. Fue diferente, cuando ese análisis lo extendió al libro ‘La rabia y el orgullo’ del cual se vendieron en seis meses un millón de ejemplares y cobró las regalías. Las ideas sobre el islamismo exponía así: “nos han declarado una guerra de religión que llaman Yihad ¡Guerra santa! que no aspira a conquistar territorios, pero mira a la conquista de nuestra almas.
A la desaparición de nuestra libertad, de nuestras sociedades, de nuestra civilización, al aniquilamiento de nuestra manera de vivir o de morir, de pensar, de comer y beber, de vestirnos, divertirnos e informarnos… en lugar de los campanarios nos encontraremos con minaretes, en lugar de las minifaldas el chador o burkah, en lugar de una copita de coñac tomaremos la leche de camella, en lugar de la democracia, la teocracia. Todo si no nos defendemos, combatiéndolos” . A los 7 años de su muerte, los pueblos fanatizados por el islamismo continuarán sumisos, y el mundo absorto ante las noticias de las guerras religiosas con millones de muertos y del éxodo a países fronterizos.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección

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